Vuelve el bono cultural, que no a todos satisface

Nunca llueve a gusto de todos, ¿no es eso verdad? En estos días de plena campaña electoral ante las elecciones más discutidas de la historia (eso de que sea un 23 de julio ha sido una novedad como mínimo «molesta») se puede ver claramente que en muchas ocasiones, donde dije digo, digo Diego; y que lo que ayer parece bastante agradable y conveniente, hoy es un auténtico desastre, o viceversa. Sin embargo, esto es política, que aunque invade un trozo bastante grande de nuestro espacio vital, no es lo que más nos importa a los editores de este blog.

Porque aunque la política sea importante, la cultura debería serlo al menos en la misma medida, y no ser dos ámbitos que se crucen para crear polémica, como dos trenes a punto de chocar. La cuestión es que en pocos días se abrirá de nuevo el plazo para solicitar el nuevo bono cultural 2023, para todos aquellos chicos y chicas de 18 que han llegado o llegarán a la mayoría de edad durante este año. Ya es el segundo año de vida de esta ayuda directa de 400 euros que los jóvenes pueden gastar en actividades culturales, gracias a una tarjeta prepago que se expide de manera virtual; sin embargo, hay una diferencia muy grande entre este año y el anterior: 2022 no fue año electoral. Lo que pasó como una iniciativa casi simpática hacia la juventud española en un intento de acercarlos a la cultura tras el parón que todos sufrimos durante los dos años anteriores, en este 2023 el adelanto (por días) para su solicitud coincide con unos fines claramente electoralistas, según la oposición al Gobierno. ¿Y será así? Pues a saber, quizá incluso fuera esa la intención desde su creación, pero ¿no deberíamos alegrarnos de cualquier iniciativa para potenciar la cultura, provenga de donde provenga?

Todo esto tiene un carácter circunstancial, me doy cuenta de ello. Pero luego están las críticas del propio colectivo joven, que tienen algunas quejas sobre de lo que se puede o no se puede hacer con esos 400 euros. A ver, está claro que hay que poner ciertas bases generales para la inversión de este dinero, y que haya que encauzar el uso del bono hacia ciertas actividades culturales de más relevancia. Museos, conciertos, compra de libros y música… todo esto está incluido y es apreciado por los destinatarios, pero ¿y el contenido xxx? Porque no es que se haya obviado; es que directamente, ha salido de la ecuación con una clara negación impositiva.

Esto ha indignado a muchos jóvenes, porque ¿no se supone que se les da esta ayuda porque ya tienen 18 años? ¿Son mayores de edad para acceder a la cultura, pero no pueden elegir a qué sector cultural hacerlo? ¿Estamos dándoles libertad para probar diversos ámbitos culturales, pero le censuramos algunos de ellos? Vamos señores, que son chicos y chicas con las hormonas revolucionadas, y no seamos ingenuos ni hipócritas: a esa edad, ya están muy familiarizados con el porno, y si no están desearlo hacerlo. Ya se sabe que cuanto más se prohíbe o restringe algo, más deseable se hace. Si los mayores consumidores de pornografía online son precisamente los jóvenes entre 18 y 25 años (y un dato curioso: en los últimos años las chicas jóvenes se están acercando bastante al número de consumidores varones), no les hacemos ningún favor si intentamos coartar su acceso prohibiéndolo expresamente.

Los chicos y chicas están hartos de escuchar que la pornografía no es cultura; aunque es más un sottovoce que un consenso común, ya que entonces sería difícil explicar cómo puede ser el sector con más actividad en la red. Y, de todas formas, el porno gratis es lo que prima en internet, con lo cual era bastante superfluo exigir que no se pudiera acceder a él con este bono. Así que las críticas, en realidad, son más una molestia que una verdadera objeción; es más un reivindicar que no son totalmente libres para elegir sus preferencias culturales, que querer cambiar el objetivo con el que se creó el bono cultural. Quizás al final no sea mala idea restringir un poco el acceso al porno online de nuestros chicos y chicas durante un tiempo al menos, previniendo algunos males mayores; pero cuidando que no parezca una imposición moralista y de censura, eso nunca sienta bien.