Los SanFermines de Pamplona

La fiesta de San Fermín comienza oficialmente el mediodía del 6 de julio de cada año con el ‘Chupinazo‘ que tiene lugar en el balcón de la Casa Consistorial de Pamplona. Miles de personas se congregan en la plaza a la espera del anuncio oficial del alcalde de que han comenzado las celebraciones, se lanza un cohete y comienza la fiesta.

La historia de los Encierros en Pamplona no está clara. Hay constancia de la fiesta desde el siglo XIII cuando parece que los hechos tuvieron lugar en el mes de octubre ya que coincidía con la festividad de San Fermín, el 10 de ese mes. Parece que la celebración moderna ha evolucionado a partir de esto, así como las fiestas comerciales y taurinas individuales que se remontan al siglo XIV.

Durante muchos años, la fiesta mayoritariamente religiosa de San Fermín se diluyó en música, baile, corridas de toros y mercados, por lo que el Ayuntamiento de Pamplona propuso que todo el evento se trasladara al 7 de julio, cuando el clima es mucho más propicio para tal celebración. A día de hoy San Fermín sigue siendo una fecha fija cada año con el primer encierro a las 8 de la mañana del 7 de julio y el último a la misma hora el 14 de julio.

La unión de las fiestas religiosas, comerciales y taurinas y el paso al 7 de julio dieron lugar a la primera celebración oficial de los Sanfermines en 1591. Esta fiesta inaugural fue un asunto de bajo perfil en comparación con el encierro moderno, ya que solo duró dos días aunque hubo mucha alegría con música, procesión y corrida de toros. El baile y los fuegos artificiales se convirtieron en características del festival durante los años siguientes y el evento se extendió hasta el 10 de julio.

Los primeros testimonios de la llegada de extranjeros a Pamplona para San Fermín se recogen en crónicas de los siglos XVII y XVIII cuando se hace referencia a la preocupación del clero local por “el abuso de la bebida y la permisividad de los mozos y mozas”. A estas alturas había mucha música, baile, bebida, teatro callejero y corridas de toros, ya que el enfoque religioso de la ocasión pasó a un segundo plano.

En el siglo XIX, todo tipo de atracciones de feria llegaban a Pamplona, ​​incluidas balas de cañón humanas y animales de circo. El recorrido real del encierro no contaba con doble muro de seguridad como ocurre hoy en día por lo que los toros pudieron escaparse creando el caos en las calles de Pamplona.

El Encierro de Pamplona tiene lugar todas las mañanas del 7 al 14 de julio a las 8 de la mañana (ocho corridas en total). Los corredores deben estar en el área de carrera a las 7:30 am. El encierro propiamente dicho se extiende desde el corral de Santo Domingo donde se guardan los toros hasta la plaza de toros donde se toreará esa misma tarde. La longitud de la carrera es de 825 metros y el tiempo medio de carrera de principio a fin es de unos tres minutos. Las calles del casco antiguo que forman el encierro están tapiadas para que los toros no puedan escapar. Cada día recorren el recorrido seis toros de lidia y seis novillos (toros castrados).

Vuelve el bono cultural, que no a todos satisface

Nunca llueve a gusto de todos, ¿no es eso verdad? En estos días de plena campaña electoral ante las elecciones más discutidas de la historia (eso de que sea un 23 de julio ha sido una novedad como mínimo «molesta») se puede ver claramente que en muchas ocasiones, donde dije digo, digo Diego; y que lo que ayer parece bastante agradable y conveniente, hoy es un auténtico desastre, o viceversa. Sin embargo, esto es política, que aunque invade un trozo bastante grande de nuestro espacio vital, no es lo que más nos importa a los editores de este blog.

Porque aunque la política sea importante, la cultura debería serlo al menos en la misma medida, y no ser dos ámbitos que se crucen para crear polémica, como dos trenes a punto de chocar. La cuestión es que en pocos días se abrirá de nuevo el plazo para solicitar el nuevo bono cultural 2023, para todos aquellos chicos y chicas de 18 que han llegado o llegarán a la mayoría de edad durante este año. Ya es el segundo año de vida de esta ayuda directa de 400 euros que los jóvenes pueden gastar en actividades culturales, gracias a una tarjeta prepago que se expide de manera virtual; sin embargo, hay una diferencia muy grande entre este año y el anterior: 2022 no fue año electoral. Lo que pasó como una iniciativa casi simpática hacia la juventud española en un intento de acercarlos a la cultura tras el parón que todos sufrimos durante los dos años anteriores, en este 2023 el adelanto (por días) para su solicitud coincide con unos fines claramente electoralistas, según la oposición al Gobierno. ¿Y será así? Pues a saber, quizá incluso fuera esa la intención desde su creación, pero ¿no deberíamos alegrarnos de cualquier iniciativa para potenciar la cultura, provenga de donde provenga?

Todo esto tiene un carácter circunstancial, me doy cuenta de ello. Pero luego están las críticas del propio colectivo joven, que tienen algunas quejas sobre de lo que se puede o no se puede hacer con esos 400 euros. A ver, está claro que hay que poner ciertas bases generales para la inversión de este dinero, y que haya que encauzar el uso del bono hacia ciertas actividades culturales de más relevancia. Museos, conciertos, compra de libros y música… todo esto está incluido y es apreciado por los destinatarios, pero ¿y el contenido xxx? Porque no es que se haya obviado; es que directamente, ha salido de la ecuación con una clara negación impositiva.

Esto ha indignado a muchos jóvenes, porque ¿no se supone que se les da esta ayuda porque ya tienen 18 años? ¿Son mayores de edad para acceder a la cultura, pero no pueden elegir a qué sector cultural hacerlo? ¿Estamos dándoles libertad para probar diversos ámbitos culturales, pero le censuramos algunos de ellos? Vamos señores, que son chicos y chicas con las hormonas revolucionadas, y no seamos ingenuos ni hipócritas: a esa edad, ya están muy familiarizados con el porno, y si no están desearlo hacerlo. Ya se sabe que cuanto más se prohíbe o restringe algo, más deseable se hace. Si los mayores consumidores de pornografía online son precisamente los jóvenes entre 18 y 25 años (y un dato curioso: en los últimos años las chicas jóvenes se están acercando bastante al número de consumidores varones), no les hacemos ningún favor si intentamos coartar su acceso prohibiéndolo expresamente.

Los chicos y chicas están hartos de escuchar que la pornografía no es cultura; aunque es más un sottovoce que un consenso común, ya que entonces sería difícil explicar cómo puede ser el sector con más actividad en la red. Y, de todas formas, el porno gratis es lo que prima en internet, con lo cual era bastante superfluo exigir que no se pudiera acceder a él con este bono. Así que las críticas, en realidad, son más una molestia que una verdadera objeción; es más un reivindicar que no son totalmente libres para elegir sus preferencias culturales, que querer cambiar el objetivo con el que se creó el bono cultural. Quizás al final no sea mala idea restringir un poco el acceso al porno online de nuestros chicos y chicas durante un tiempo al menos, previniendo algunos males mayores; pero cuidando que no parezca una imposición moralista y de censura, eso nunca sienta bien.